Si hay algo que me sorprende es la profundidad que pueden tener los cambios personales con el correr de los años. Y me refiero a los cambios genuinos, no a los forzados. Cambios en el marco mental, en las ideas dominantes con las que alguien se maneja. Visto desde afuera, puede parecer que se traicionaron los viejos principios. ¿Cómo se transmuta una admiración por Cobain a otra por Onassis? ¿Cómo se pasa de sostener ideas de izquierda a ser un liberal convencido? Esto me trae el recuerdo de la charla de Steve Jobs en Stanford. Uno va haciendo cosas, va siguiendo un rastro sin saber muy bien (al principio) por qué lo sigue ni en donde va a terminar. Es el gobierno de las ideas. Cierto hartazgo en una vieja posición que, intuimos, ya no conduce a ninguna parte. El deseo (la necesidad) de ser otro. Quién sabe. El punto es que ya no hay vuelta atrás, por la sencilla razón de que uno ya no es lo que era y todo lo que queda por delante es hacer lo que siempre hicimos o debimos haber hecho: ser nosotros mismos. Un nosotros mutable, sí, pero no por eso menos auténtico.
1 comentario:
En otro post voy a hablar del gobierno de las ideas sobre las emociones.
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