sábado, 31 de diciembre de 2011

Balance para 2011: todo pudo ser mejor.
Y ahora que lo pienso, casi podría decir que ésa es para mí una auténtica declaración de principios.
Tanto, que hasta podría considerarla una seria candidata para mi epitafio.
Bueno, en fin, demasiada filosofía para un fin de año.
Hora de enfriar bien el champagne.
Salud!

jueves, 22 de diciembre de 2011

Es notable la manía de alguna gente por anotarse amigos en Facebook.
Recién vi que uno de los que me mandó invitación (bueno, en verdad se la mandó a Diego, ese fantasma que uso para taparme la cara en algunos sitios) tiene más de 1000 amigos.
Mierda, más de 1000 amigos, ¿lo pueden creer? Yo pensé que era emocional y físicamente imposible tener más de 10. Pero no, estos tipos tienen más de 1000.
¿O el problema será de Facebook, que insiste en decir que "ahora Diego y Fulano son amigos"?
A lo mejor deberían usar otra palabra. O no, quién sabe. Tal vez a alguna gente la gusta pensar que tiene más de 1000 amigos, y que la cosa es tan fácil como mandar una invitación a vaya a saber quién.
En fin, el hecho es que Diego, por ahora, tiene 7 amigos.
Un verdadero sociópata en estos tiempos que corren.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

martes, 13 de diciembre de 2011

domingo, 11 de diciembre de 2011

Ayer, repasando un libro que me prestó Joaquín, encontré la obvia respuesta para las dos escenas del post anterior.
Dicho de manera bien simple y resumida: yin atrae yang; yang atrae yin.
Las formas de esa atracción varían, pero no el principio.
Así de claro y contundente.
Quien vive en armonía con esa dualidad vibratoria, es feliz.

martes, 6 de diciembre de 2011

Felipe

Escena 1: Voy a casa de mi hermano a visitar a mi sobrino. Mi hermano aparece con el carrito, abre la puerta del edificio y baja el escalón que separa el hall de entrada de la calle.
El carrito golpea levemente al bajar. A los dos segundos mi sobrino, Felipe, empieza a llorar como si se acabara el mundo. "Pobre, se asustó con el golpe", pienso.
Veo cierto fastidio en la cara de mi hermano. "Se asustó con el golpe", le digo.
"No", contesta. "Es por vos; el otro día con Joaquín hizo lo mismo". "En realidad ahora está haciendo esto con los hombres; con las minas, no".

 Escena 2: Estoy en la casa de mi "hermana". Hace mucho que no voy. Está cargando a la nena y me la ofrece. "Ni en pedo, Caro, hace mucho que no me ve, no se debe acordar de mí y se va a largar a llorar (en el momento de la escena la nena tiene 4 años y la última vez que la ví tenía 2 y 1/2)". "No, nada que ver, con los hombres no llora".
Dudando, previendo la fastidiosa escena de llanto y devolución de la carga, acepto.
Para mi sorpresa, efectivamente, la nena no llora, me abraza y me apoya la cabeza sobre el hombro.

 ¿Habrá alguna relación entre estos dos hechos? ¿Será como dicen, finalmente, que un hombre proyecta en toda mujer (de alguna manera) a su madre, y una mujer en todo hombre (de alguna manera) a su padre? Quién sabe. Lo cierto es que por ahora mi sobrino llora al verme.
Ya llegarán los años de complicidad.