sábado, 31 de julio de 2010

Una de las habilidades más críticas a desarrollar en la vida es la de saber habitarse a uno mismo. Para decirlo de forma más clara: ser capaz de estar completamente solo y pasarlo muy bien. Es, creo, la mejor señal de buena salud.
 

martes, 27 de julio de 2010

Si hay algo que me sorprende es la profundidad que pueden tener los cambios personales con el correr de los años. Y me refiero a los cambios genuinos, no a los forzados. Cambios en el marco mental, en las ideas dominantes con las que alguien se maneja. Visto desde afuera, puede parecer que se traicionaron los viejos principios. ¿Cómo se transmuta una admiración por Cobain a otra por Onassis? ¿Cómo se pasa de sostener ideas de izquierda a ser un liberal convencido? Esto me trae el recuerdo de la charla de Steve Jobs en Stanford. Uno va haciendo cosas, va siguiendo un rastro sin saber muy bien (al principio) por qué lo sigue ni en donde va a terminar. Es el gobierno de las ideas. Cierto hartazgo en una vieja posición que, intuimos, ya no conduce a ninguna parte. El deseo (la necesidad) de ser otro. Quién sabe. El punto es que ya no hay vuelta atrás, por la sencilla razón de que uno ya no es lo que era y todo lo que queda por delante es hacer lo que siempre hicimos o debimos haber hecho: ser nosotros mismos. Un nosotros mutable, sí, pero no por eso menos auténtico.

miércoles, 21 de julio de 2010

Demagogia

El problema de fondo no son los políticos. Los políticos son, en su gran mayoría, oportunistas en busca de poder. Dicen lo que la masa tosca quiere escuchar. El problema de fondo es cultural y está en esa mayoría embrutecida e ignorante que prefiere pensar que las cosas son fáciles y que tiene derecho a una vida maravillosa a cambio de nada. Más: que si hasta ahora no la ha tenido es porque una minúscula banda de miserables (siempre difusa y esquiva) se la ha robado. Y no, la verdad es que en la mayoría de los casos no les han robado nada. Simplemente ellos se han robado a sí mismos. En particular, la esencial convicción de que todo, en última instancia, está en sus manos. Se debilitan. Se mutilan. Pero no contentos con eso esparcen su impotencia e intentan mutilar también a quienes los rodean inyectándoles el veneno que los ha hecho arrastrarse durante siglos: la rueda interminable y eterna de la demagogia.

domingo, 18 de julio de 2010

jueves, 15 de julio de 2010

miércoles, 14 de julio de 2010

Indudablemente, una persona que mira al menos 6 horas de televisión por día y distribuye un 80% de ese tiempo entre noticieros, se acerca mucho a la categoría de semi-idiota.
 

lunes, 12 de julio de 2010

Mercados

Me gustan los mercados porque son una selva. Porque no tienen piedad con la falta de competencia técnica y emocional. Porque para tener éxito hay que ser mejor que los demás y, sobre todo, mejor que uno mismo antes de entrar. Los que alguna vez hayan jugado al billar van a entenderme: una operación buena hecha en base a un análisis adecuado produce la misma felicidad que anticipar con un dibujo mental los movimientos de la bola antes de impactarla. Es una especie de éxtasis del ego. La bola va dibujando su recorrido, golpea contra otras, golpea en las bandas, y finalmente acaba por reproducir de manera exacta el diseño que teníamos en nuestra mente antes de taquear. Pueden ser más o menos complejos, como todo. Pero la sensación es la misma. O parecida. En realidad, en un medio tan poco propenso a tomar riesgos, no resulta fácil encontrar actividades tan consistentemente desafiantes.
En definitiva: me gustan los mercados porque me ponen a prueba en lo más básico y elemental.

jueves, 8 de julio de 2010

miércoles, 7 de julio de 2010

Cada tanto me gusta cambiar de piel. Está en mi esencia. Tiendo a mirar en retrospectiva y a hartarme de mí mismo. De mí, de otros, de lo que dije, de lo que pensé, de lo que otros pensaron de mí. Me canso. Me aburro. Encuentro nuevas ideas y me deshago de algo que empieza a asfixiarme. ¿Existe otra posibilidad, después de todo? ¿Acaso ser no es transmutarse?

lunes, 5 de julio de 2010

Hay un punto en el que ciertos caminos no tienen vuelta atrás.
Uno consigue lo que busca o literalmente se va a la mierda.
Una especie de crossroad, de laberinto en donde los senderos se desdibujan a nuestras espaldas. Se sigue caminando y no se sabe si en el horizonte nos espera el destino que soñamos o un precipicio. No lo sabemos, pero por alguna razón seguimos caminando y confiamos en el camino elegido. Y está bien así. Después de todo, nuestras elecciones son una de las pocas cosas que verdaderamente nos pertenecen.