Hay gente a la que la ruta la aburre. La consideran poco más que un estorbo entre su casa y el lugar de destino.
Yo no. Amo la ruta. Me encanta estar arriba del auto quemando kilómetros en paisajes abiertos. Me encanta esa expansión de los sentidos en contacto con lo esencial, la libertad del horizonte que se pierde.
Reconozco que las rutas siempre han ejercido cierta fascinación en mí. Tal vez porque me parecen una gran metáfora de la vida misma.
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