miércoles, 10 de febrero de 2010

Mariposas

Recuerdo la fascinación que me producían de chico las mariposas.
En particular tengo grabada en mi retina una grande, de color negro y con salpicaduras amarillas. Iban seguido a una planta que estaba en el centro de nuestro jardín y yo, maravillado como todo niño que se topa por primera vez con las cosas esenciales, me quedaba absorto por unos segundos contemplando el vuelo bajo e irregular del extraño insecto que una y otra vez se posaba sobre las pequeñas flores.
Para un niño las maravillas del mundo son infinitas. Tal vez porque el mismo fenómeno de la vida lo es. Ahora bien, ¿a dónde va a parar esa mirada? ¿Es lógico el tedio en el que terminan tantas vidas? Yo creo que no. Es apenas un mal hábito. Algo que teníamos y nunca debimos haber perdido.


2 comentarios:

Sk dijo...

La fascinación de la mirada infantil es muy bonita. Pero yo no la echo de menos. Apenas la recuerdo. Cuando leo cosas así como tu post, no me cuesta identificarla, pero lo hago con mucha distancia. Quizás sea por mi tendencía, más o menos cínica, a derribar mitos o quizás porque no siento haber perdido mi capacidad para fascinarme.

Loon dijo...

yo no me banco a las mariposas, seré un serial killer?