Cada vez que me encuentro con una idea nueva (me refiero a ideas importantes; esas que son capaces de dar por tierra con una determinada cosmovisión) termino pensando lo mismo: qué pelotudo era antes de darme cuenta de esto.
Y la recurrencia del hecho me ha llevado, por fin, a una sospecha terrible. Es posible que uno no deje de ser un pelotudo jamás, teniendo que contentarse simplemente con ser un poco menos pelotudo de lo que solía ser en el pasado. El mecanismo es simple: si toda vez que una nueva idea aparece se tiene la sensación de niebla disipada, ¿por qué no pensar que existen otras nieblas que, del mismo modo que la anterior, todavía somos incapaces de percibir?
Otra posibilidad sería que uno deje de ser un pelotudo en el mismo momento en que tiene conciencia de eso y se convierte en un constante disipador de niebla. Puede ser. Aunque es probable que esto también sea una simple artimaña paro no herir el ego de quien al menos intenta acercarse al fondo de las cosas. Porque digámoslo claramente: una cosa es ser pelotudo y hacer esfuerzos sobrehumanos para dejar de serlo, y otra muy distinta es ser pelotudo y andar por la vida de lo más satisfecho.
¿Será posible alguna vez, entonces, dejar de ser un pelotudo? Uno vive con esa ilusión.