Escuchando un tramo de una entrevista a un conocido conductor televisivo, me encuentro de golpe con la pregunta obligada: "Vos, que ya tenés mucho, que podés comprarte la mejor casa, el mejor auto, el mejor yate, ¿qué sentís por la plata? ¿qué pensás de esa ambición desmedida de mucha gente que nunca se conforma, que siempre quiere tener más?"
Y claro, no lo entiende. El pobre no lo entiende. Atrapado en su mundo de escasez, no puede ver más allá de su universo de necesidades materiales.
¿Querés saber por qué estos hombres nunca se conforman con lo que tienen? ¿De verdad querés saberlo? Es fácil: nunca se conforman porque lo que realmente desean poseer no son cosas, sino personas. No desean tanto comprar yates como voluntades. Desean poder, desean la incomparable sensación de dominar a sus semejantes.
Y esa tarea de reinar, de imponerse al mundo, como se sabe, nunca puede terminar del todo.
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