sábado, 19 de mayo de 2012

Más de una vez he hablado de la importancia de enfocarse, de usar la energía vital para las cosas que uno ama.
Y sí, eso está muy bien. Pero habría que decir algo más, quizás tan importante como lo primero: aún cuando uno haga las cosas que ama, casi todo logro más o menos importante tiene zonas grises, momentos no del todo agradables y en los que se pelea contra cierto grado de dificultad.
El que decide tocar la guitarra, por ejemplo, se encontrará durante un buen tiempo con la sensación de que sus dedos no responden. Se sentirá profundamente torpe e incapaz.
Lo mismo puede decirse de cualquier otra área de conocimiento, en particular las de menor contenido lúdico.
Asumámoslo: hacer lo que uno ama no implica ausencia de frustración.
La frustración y la sensación cotidiana de fracaso forman parte de todo proceso de aprendizaje y tener éxito consiste en saber lidiar con esas emociones negativas y convertirlas en algo pasajero.
Y acá viene la clave, entonces: sentir amor por eso que se hace, tener una convicción profunda y absoluta de querer llegar a determinada meta, es el único combustible con el que se puede atravesar ese tramo complicado de la ruta.
De lo contrario uno termina quedándose siempre al borde del camino, perdido e impotente.

3 comentarios:

Kco dijo...

en la zona del confort, que es la zona donde uno no avanza.

Kco dijo...

pero qué puta mierda es la sensación desagradable del esfuerzo, eh. ese estar tratando de correr algo de su lugar...

Julián dijo...

sí, por momentos es complicada.
pero bue, nada más o menos importante se consigue fácilmente.
esa es la pura realidad.