jueves, 6 de enero de 2011

Durante mucho tiempo (en mi adolescencia, sobre todo) imaginé los treinta años como una suerte de principio del fin. Una frontera pasada la cual uno empezaba a estar, básicamente, acabado. Ahora, con la perspectiva del paso del tiempo, me doy cuenta de que no, de que no es así. Uno puede empezar a estar acabado, pero no es una fatalidad. Ahora, ¿qué es estar acabado? No solo un tema de decadencia física sino, sobre todo, de decadencia personal. Hay gente a la que uno ve y tiene la impresión de que le drenaron el entusiasmo. Tal vez esa podría ser, entonces, mi definición personal de estar acabado: tedio, falta de pasión, conformismo. La fórmula perfecta para convertirse en un viejo choto.

5 comentarios:

Sk dijo...

Para mí la mejor década ha sido la de los 30. Si no eres demasiado zoquete, comienzas a conocerte y tolerarte. También hay una pequeña porción de experiencia de vida, de aprendizaje, mitos derribados, que despejan mucho el camino.

Lo que cambia es el ritmo. Una empieza a saborear los momentos. No hay necesidad de engullir a trompicones. Las prioridades quizás cambien y te das cuenta que no necesitas ensalzar determinados sentimientos. Dejas que surjan y ya. Todo se vuelve más auténtico y real.

Con todo lo que me queda por mejorar de mí misma, me gusta la "sabiduría" que he adquirido. No la cambio por nada. Además, considero que he quemado las otras etapas y no queda nada a lo que quiera regresar.

Julián dijo...

Sí, lo que pasa con los 30 es que a los idiotas se les empieza a notar más que lo son. En la adolescencia todos somos un poco idiotas, entonces quizás por eso pasan más desapercibidos. Después de los 30, el único culpable de ser un imbécil es uno mismo.

Sk dijo...

"lo que pasa con los 30 es que a los idiotas se les empieza a notar más que lo son."

Jajajajajajajajaja


Bravo por tú respuesta. Suscribo todo lo que dices de principio a fin.


Sk

Sk dijo...

La adolescencia es la étapa de la estupidez. Una estupidez inevitable, natural y hasta necesaria para el propio desarrollo. Hasta los 30, qué coincidencia, yo tenía la mía muy mitificada. Ahora me doy cuenta que en realidad no fue así para nada. Más bien fue un infierno a nivel existencial, por llamarlo de alguna manera. Haces locuras, te lo pasas en grande, salen fuera y vas formando tus ideales, pero cometes la mayor idiotez de todas, que es creer que eres alguien que no eres.

La vida va luego mostrándote con sus peajes y su realidad lo difícil que es mantener determinadas poses. Es duro pero es vital separar la paja del trigo. Uno piensa que es un traidor cuando más bien es todo lo contrario. Al final los principios se perfilan en relación a las propias experiencias. Uno es lo que es y hay demasiados factores que nos moldean.

La frase que dice "crecer es aprender a perder" es acertadísima.

Julián dijo...

Yo en cambio a mi adolescencia no la idealicé jamás. Siempre fue algo así como una mierda con hermosos remansos (como la música, por ejemplo).
Y como decís, aprender a lidiar con las cosas es parte de eso que implica convertirse en persona. Negar es fácil. Nada funciona y por lo tanto todo es una mierda. El desafío es: ¿sos capaz de hacer que funcionen?