miércoles, 29 de octubre de 2014
Hace un rato en el muro de Joe Perry ví que existía la posibilidad de
comprar una copia autografiada de su libro "Rocks". "Qué bueno", pensé.
Genial. Pero inmediatamente me acordé de que tenía que sacar la cuenta
de cuántos dólares se podían gastar por año sin estar completando dudosos formularios (que por cierto es un monto absolutamente ridículo), pensé en esa mini Gestapo llamada AFIP, pensé en la cantidad de
libros que mi hermano compró a lo largo de los últimos años y nunca le llegaron (quizás afanados, quizás
vaya a saber qué), y se me fueron las ganas. Pensé que ya ni siquiera se
puede comprar un puto libro de mierda en paz. Y pensé también, por último,
cómo es posible vivir en medio de tanta basura, cómo uno termina
aceptando semejante degradación. Me pregunto dónde está el límite,
cuándo uno debería darse cuenta de que un lugar es insalubre e irse. Mis
antepasados, por mucho menos, abandonaron Europa (y maldigo y maldeciré toda mi vida el día que lo hicieron). Pobrecitos. Menos mal
que ya no viven para ver en el pozo de mierda que nos metieron a sus
descendientes.
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