Hay dos instancias cruciales (e ineludibles) para la felicidad personal.
La primera es encontrarse a uno mismo; la segunda, realizarse.
Encontrarse a uno mismo y no realizarse es, posiblemente, el peor de los pecados.
martes, 21 de febrero de 2012
miércoles, 8 de febrero de 2012
martes, 7 de febrero de 2012
lunes, 6 de febrero de 2012
Me pregunto si existe algún vínculo entre la percepción de una realidad trascendente y los estados alterados de conciencia.
En realidad es una pregunta que me da vueltas desde hace tiempo y que me vuelve a surgir ahora, cuando recuerdo el preciso instante en que iba a desayunar a Pasaporte durante mi última visita a Rosario.
Caminando por el bajo, cerrando por momentos los párpados para recibir la primera luz del sol de la mañana, sin dormir y con los vestigios de algo que siempre me conecta con lo mejor de mí mismo he llegado a pensar que sí, que hay un fragmento de la realidad que sólo se hace visible en esos momentos extremos en donde la visión de lo que nos rodea ya no es la misma.
El mundo no es sólo el mundo, los hombres no son sólo los hombres y las cosas no son sólo las cosas.
Uno es todo. Todo es uno. Y por un instante, acaso falso y fugaz, se experimenta el Absoluto.
En realidad es una pregunta que me da vueltas desde hace tiempo y que me vuelve a surgir ahora, cuando recuerdo el preciso instante en que iba a desayunar a Pasaporte durante mi última visita a Rosario.
Caminando por el bajo, cerrando por momentos los párpados para recibir la primera luz del sol de la mañana, sin dormir y con los vestigios de algo que siempre me conecta con lo mejor de mí mismo he llegado a pensar que sí, que hay un fragmento de la realidad que sólo se hace visible en esos momentos extremos en donde la visión de lo que nos rodea ya no es la misma.
El mundo no es sólo el mundo, los hombres no son sólo los hombres y las cosas no son sólo las cosas.
Uno es todo. Todo es uno. Y por un instante, acaso falso y fugaz, se experimenta el Absoluto.
miércoles, 1 de febrero de 2012
Existen pocas sensaciones más poderosas que la de plantearse ser mejor que aquellos a quienes se admira.
Y no es un tema de soberbia, sino de intentar correr siempre el límite de lo que creemos posible.
Después, esa superación puede darse o no, pero es un motor que siempre se debería tener encendido.
Es, creo, una de las mayores señales de madurez a la que se pueda aspirar.
Y no es un tema de soberbia, sino de intentar correr siempre el límite de lo que creemos posible.
Después, esa superación puede darse o no, pero es un motor que siempre se debería tener encendido.
Es, creo, una de las mayores señales de madurez a la que se pueda aspirar.
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